Por Selma Hedlund – The Conversation
La pandemia de COVID-19 expuso un problema acuciante: el sistema de atención médica en Estados Unidos depende cada vez más de los médicos inmigrantes, pero se ha vuelto más difícil para los aspirantes a médicos trabajar y establecerse en el país.
Hoy en día, 1 de cada 4 doctores en el país son graduados internacionales nacidos en el extranjero. Su número es aún mayor en las regiones desatendidas, es decir, las partes del país de bajos ingresos y las zonas rurales donde muchos médicos estadounidenses no quieren trabajar.
Esta fuerza laboral inmigrante es clave para compensar una grave escasez de médicos. La necesidad de más doctores se debe, en parte, a la creciente población de Estados Unidos, tanto en cantidad como en edad, a la reticencia de los médicos nacidos en el país a mudarse a áreas marginadas y a la escasez de estos en el área de atención primaria, que puede ser menos lucrativa y prestigiosa que otras áreas de la medicina.
Como resultado, los médicos inmigrantes se han vuelto indispensables en hospitales y clínicas de todo el país. Pero aunque hay demanda, cada vez más proveedores de salud extranjeros comienzan a ver el proceso de inmigración como una iniciativa riesgosa.
Durante la pandemia de COVID-19, escribí mi tesis sobre cómo los médicos inmigrantes navegan por el sistema de inmigración de Estados Unidos y los procedimientos de licencias extranjeras. Mis entrevistados describieron cómo una combinación de políticas de inmigración más estrictas y una mayor competencia por las plazas de residencia han hecho que el país sea un destino menos viable.
Vicisitudes de las visas
Las visas estadounidenses se pueden clasificar en dos categorías: inmigrantes y no inmigrantes. Las visas de no inmigrantes, como las visas de turista, estudiante o visitante de intercambio, prohíben a los titulares tener lo que se llama “intención de inmigrante”, lo que significa que no planean usar sus visas para permanecer permanentemente en el país.
Para que los médicos inmigrantes obtengan licencia para ejercer en los Estados Unidos, deben completar los exámenes de licencia. También deben obtener experiencia clínica en el país. Esto se puede completar con una visa de turista o una visa de estudiante, que son relativamente fáciles de obtener.
Sin embargo, todos los médicos inmigrantes, incluso si son especialistas certificados en su país de origen, deben ser aceptados y completar un programa de residencia en Estados Unidos para poder ejercer como especialistas en el país. Se trata de programas de formación intensivos y supervisados que pueden durar hasta siete años.
Sin embargo, la mayoría de los médicos inmigrantes completan sus residencias estadounidenses con visas de no inmigrantes, aunque a esta altura del proceso tengan claramente intenciones de inmigrar. Pero no siempre fue así.
Existe una visa de trabajo especial llamada H-1B que permite tanto la intención de inmigrante como la de no inmigrante. Hace algunas décadas, muchos médicos inmigrantes ingresaron a programas de residencia que patrocinaban visas H-1B, que servían como trampolín para obtener la residencia o green card.
Pero las restricciones drásticas al número de personas admitidas en este programa de visas, junto con los recortes en la financiación de la educación médica de posgrado, han llevado a la mayoría de los médicos nacidos en el extranjero a lo que se llama una visa de visitante de intercambio J-1.
Desafíos de trabajar en regiones desatendidas
La J-1 no solo prohíbe explícitamente la intención de inmigrar, sino que también requiere que los médicos regresen a su país de origen durante al menos dos años después de completar la capacitación de residencia estadounidense.
Aún así, los médicos nacidos en el extranjero optan por la visa J-1 porque existe la posibilidad de obtener una exención, con cupos limitados que les permitirán permanecer en Estados Unidos y cambiar a una visa H-1B. Si son seleccionados para el programa de exención, deben comprometerse a un mínimo de tres años de servicio en una zona designada como desatendida desde el punto de vista médico en el país.
Si bien este sistema puede ofrecer un alivio a corto plazo a la escasez de médicos, también puede conducir a la explotación.
Como me dijo un entrevistado: “Escuchamos cosas muy aterradoras sobre la exención J-1. Los empleadores pueden aprovecharse y hacer que trabajes más a cambio de menos”.
Durante la duración del programa de exención, los médicos inmigrantes se ven limitados para cambiar de empleador sin violar las condiciones de la exención y su camino hacia la inmigración. Las áreas desatendidas a menudo carecen de personal y recursos, lo que puede generar condiciones de trabajo estresantes.
Obligados a ir más allá
Los desafíos no terminan con el proceso de visa. También hay cargas financieras.
Los graduados médicos internacionales a menudo gastan decenas de miles de dólares para pagar los exámenes de licencia médica de Estados Unidos, las múltiples solicitudes de visa, viajes y alojamiento internacionales, solicitudes de residencia y de green card.
También pasan meses en puestos no remunerados para obtener la experiencia clínica que se requiere para solicitar la residencia. Luego, al iniciar el trámite, los médicos inmigrantes generalmente necesitan superar a sus pares estadounidenses en los exámenes. También necesitan tener títulos de investigación más prestigiosos y cartas de recomendación más sólidas. Aun así, los médicos inmigrantes tienen más probabilidades de ingresar a programas de residencia menos competitivos.
Al entrevistar a médicos inmigrantes, muchos testificaron que la competencia se ha vuelto más dura en los últimos años.
“Le dije a un amigo: si no tienes puntajes superiores a 90 en todos los exámenes y no tienes la green card, ni te molestes”, me explicó un médico indio que emigró hace 20 años. “Es muy difícil”.
Atrapados en el limbo
Durante el transcurso de mi investigación, noté una tendencia: muchos graduados médicos internacionales vienen a Estados Unidos con visas de estudiante para obtener títulos de posgrado en campos relacionados como la salud pública, incluso antes de comenzar el proceso de licencia. Esto los ayuda a ingresar a un sistema de inmigración muy complicado y a construir un currículum más sólido mientras se preparan para las solicitudes de residencia. También es otra inversión costosa.
Pero incluso aquellos que cumplen con los requisitos de la residencia y la completan no necesariamente pueden quedarse y trabajar en Estados Unidos.
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Aquellos con experiencias positivas de trabajo en comunidades desatendidas a menudo luchan por permanecer en sus puestos después de que se cumplen sus contratos de exención debido a los tiempo de espera, que se han duplicado desde que se introdujo el sistema de cuotas nacionales a principios de la década de 1990.
Para 2018, un solicitante tenía que esperar un promedio de 18 meses para obtener la aprobación de su green card y otros cinco años y ocho meses para recibirla. La pandemia de COVID-19 introdujo nuevos obstáculos y demoras.
Los indios, una de las principales nacionalidades entre los médicos inmigrantes, tienen los tiempos de espera más largos en el sistema actual, a veces hasta una década para obtener la seguridad de una residencia permanente. Entre los 1.8 millones de casos que actualmente están sin poder laborar en espera de sus green cards, el 63% son ciudadanos de la India.
Una solicitud de residencia pendiente a menudo se considera abandonada formalmente si el solicitante sale del país, lo que impide a las personas visitar a sus seres queridos en el extranjero durante años.
