“Esta situación que nos pasó en la clínica cambió totalmente mi vida y la de mi familia. Quedé prácticamente ciego y hago mis actividades sociales y de trabajo con ayuda constante”.
Son las palabras de Jorge Mejía Salvatierra, un jubilado del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) que se quedó ciego trece días después de su cumpleaños 67 por someterse a un tratamiento médico con Avastin en la Clínica de Ojos Dr. José Sacoto, en el norte de Guayaquil.
Todo empeoró desde aquel 15 de mayo de 2024 cuando le colocaron inyecciones en los dos ojos, al igual que a Noris Castillo y Darío Guerrero.
Los tres ya no volvieron a ser los mismos, desde entonces perdieron casi totalmente la visión y denunciaron la presunta mala práctica médica, el lunes 23 de septiembre, ante la Fiscalía.
“Dos horas después de las inyecciones, cuando estaba ya en casa descansando, porque recomiendan que no se salga por el sol, prácticamente comenzó a nublarse todo y, como si apagaran una luz, quede prácticamente a oscuras, sin ver absolutamente nada”, afirma Jorge, quien se jubiló hace cuatro años.
Antes del tratamiento médico cuenta que veía un 90 %. Leía, manejaba su auto y había ganado un campeonato de billar en los juegos internos del Colegio de Ingenieros Civiles, del que es parte de su directorio como integrante de la Comisión de Bienestar Social y Deportes.
“Ahora cero, no veo nada. Al día siguiente (del 15 de mayo) fui a revisión a la clínica, nos valoraron y dijeron que tenían que hacer unas limpiezas. Mi sorpresa y la de mi familia, que me acompañaba, es que todos los que nos habíamos sometido a ese tratamiento ese 15 de mayo estábamos en las mismas condiciones, sin ver”, asegura Jorge.
Su hijo Cristian Mejía, quien lo acompañaba, contó que de 13 a 16 personas estaban quejándose, ya que se encontraban en la misma situación de su padre.
“Nos dijeron que en ocho días se nos restablecería la visión, nos hicieron varios tratamientos, pero sin ningún resultado”, añade Jorge.
Un comunicado de la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) indica que Avastin es “un anticuerpo monoclonal, que inhibe el factor de crecimiento endotelial vascular (sustancia elaborada por células que estimula la formación de nuevos vasos sanguíneos), que es usado y autorizado como tratamiento para diferentes tipos de cáncer y como coadyuvante a otras terapias”.
En todo este tiempo, Jorge asegura que ha gastado alrededor de $ 1.000 en medicinas que le pedían.
“Los goteros iban cambiando según las sesiones. En una semana eran tres, la siguiente, tres diferentes. Todos esperábamos que mi papá se recuperara, pero hasta ahora no ocurre”, dice Cristian.
Jorge es un ingeniero civil jubilado luego de trabajar en la banca pública
Un poco menos de la mitad de su vida Jorge trabajó como empleado público en el Banco de Desarrollo del Ecuador (BDE).
Como es diabético desde hace una década estaba percibiendo que perdía la visión, por eso fue derivado del IESS a la clínica privada Sacoto.
Primero recibió dos inyecciones en cada uno de sus ojos, en días diferentes desde noviembre de 2023. Tras este tratamiento médico, la evolución fue positiva, cuenta Jorge.
Todo empezó aquel 15 de mayo.
La última revisión con los especialistas de la clínica Sacoto fue el viernes 20 de septiembre de 2024. “Me revisaron y prácticamente me dijeron que ya no podían hacer nada más, prácticamente me dijeron que ya no iba a darse una recuperación, que la visión la tengo perdida y que regrese en dos meses, imagínese”.
Aquel diagnóstico de visión desahuciada lo impulsó a hacer la denuncia el 23 de septiembre último.
“Llevaba una vida activa, hacía las actividades sociales, deportivas y gremiales”, agrega este jubilado que tiene dos hijos: Jorge, de 34, y Cristian, de 31, con quienes vive junto con su esposa, Rosa Mora.
“El sacrificio lo está haciendo prácticamente mi esposa y mis dos hijos; es difícil por el momento contratar a alguien que me asista, no cuento con esos recursos”, indica.
Jorge no puede salir solo. A la Fiscalía llegó con dos personas que lo asistían, una en cada lado. Él tenía una mejor salud que Rosa, pero ahora se revirtieron un poco los papeles.
‘El temor los lleva a no denunciar’
No todos los afectados por el tratamiento médico participaron finalmente en la denuncia colocada el 23 de septiembre último.
“A la final tienen un poquito de temor de hacer la denuncia y otros, pues, lamentablemente tienen que viajar desde ciudades un poco distantes y son personas que no tienen condiciones económicas como para estar movilizándose tanto”, asegura Jorge.
Su hijo Cristian señala que algunos del grupo si han tenido algo de mejoría, otros han quedado completamente ciegos. “El día viernes (20 de septiembre) vi a una afectada que era acompañada por su esposo. Por lo que vi su panorama no era tan alentador, salió en un mal estado de la clínica”.
Más allá de la denuncia planteada, lo que Jorge añora es recuperar en algo su visión para al menos moverse de manera independiente.
“A Dios le pido que trate de recuperar mi visión al menos en un porcentaje en que me pueda movilizar y moverme por mí mismo. Si no es así, pues, en realidad, no sé qué haría con mi vida, porque trabajé y me esforcé para tener una vejez digna y por una mala actuación de una clínica ahora estoy prácticamente en la desgracia”, dice Jorge.
Los cuatro salían a reuniones, iban de vacaciones a la playa. Incluso compartía por horas el volante con sus hijos en estos periplos. “Toda la vida me la han destrozado”.
“No veo nada y, de repente, no es que tomo una ruta fija, sino como que todo se me trastorna y me voy para un lado o para el otro, me caigo, tienen que estarme ayudando para poder movilizarme. No puedo hacerlo solo”. (I)
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