Hay noticias que, por no aparecer en portada, ni con grandes tipografías, sino como una noticia más entre decenas de ellas, parecen intrascendentes, a pesar de tener una relevancia significativa. Este es el caso de la decisión de Alemania de establecer controles en sus fronteras para personas y mercancías, dejando sin efecto el Acuerdo Schengen.
El Acuerdo Schengen, en vigor desde 1995, es un acuerdo entre 29 países europeos por el que se suprimen los controles de las fronteras interiores entre estos países para personas y mercancías, trasladando los controles a las fronteras exteriores con terceros países. Todos los países firmantes deben aplicar normas comunes para el control de las fronteras exteriores, así como en materia de visados.
De acuerdo con la propia Comisión Europea, “el Acuerdo Schengen es uno de los principales logros del proyecto europeo y está concebido para ser la piedra angular de la Unión Europea y del conjunto del mercado único”. Gracias al acuerdo, 420 millones de personas pueden viajar libremente entre los países miembros sin pasar controles fronterizos y, además, se facilita y agiliza el tránsito de mercancías entre todos estos países.
El Área Schengen engloba a todos los países de la UE (excepto Rumanía y Bulgaria), a Suiza, Islandia y Noruega. Ha funcionado perfectamente durante 25 años, con momentos extraordinarios como la crisis de refugiados de 2015 o los confinamientos del Covid.
Ahora, por primera vez, un país, y no cualquier país sino Alemania, ha decidido unilateralmente dejar de aplicar el acuerdo durante al menos seis meses, introduciendo de nuevo controles en frontera. La medida ha entrado en vigor este lunes, 16 de septiembre.
La gravedad de la medida es indiscutible, y las derivadas que puede causar son imprevisibles y en ningún caso positivas. De acuerdo con la ministra del interior alemana, Nancy Faeser, la razón para adoptar esta decisión tan extraordinaria es la protección de Alemania ante el islamismo radical y el control de la inmigración ilegal.
El problema que crea la ruptura del Acuerdo Schengen de forma unilateral por uno de sus países miembros es el efecto dominó o efecto cascada que puede provocar, comenzando por sus países limítrofes. De hecho, Austria ya ha hecho saber que no se hará cargo de los inmigrantes rechazados por Alemania.
Si el número de estos inmigrantes rechazados por Alemania aumenta, solo es cuestión de tiempo que Austria acabe imitando a Alemania e imponga también controles en sus fronteras. De ser así, y dado que ningún país alrededor de Alemania tiene capacidad y voluntad política para absorber un elevado número de inmigrantes, países como Hungría, Eslovenia, Croacia, Eslovaquia, Polonia o la República Checa imitarían a los alemanes e impondrían los controles en frontera. Suiza, que pese a no ser miembro de la UE es miembro del Área Schengen, tomaría la misma medida.
De momento, los controles en frontera de camiones y de vehículos de transporte están siendo aleatorios, pero en cualquier caso suponen un inconveniente para el transporte de mercancías.
La medida supone romper un status quo en la libertad de movimientos de personas y mercancías por Europa que, como menciona la Comisión Europea en su propia web, se considera un pilar de la construcción europea. Si un pilar falla, alguna medida habrá que adoptar para apuntalar el edificio.
Guste o no, y aunque de momento no sea noticia de portada, la decisión alemana de suspender la aplicación del Acuerdo Schengen hará que el problema de la inmigración ilegal en Europa se convierta en un tema prioritario. De momento, la noticia ha pasado casi desapercibida para la gran mayoría, pero es muy relevante y supone un peligroso precedente para el proyecto europeo.
