Por Sara Zuluaga
A propósito de la COP16 de biodiversidad, que tendrá lugar en Cali a finales de octubre, se abre la discusión sobre la defensa ambiental en el país con mayor número de líderes asesinados según las cifras más recientes del informe anual Defensores de la Tierra y el Medio Ambiente’ de Global Witness.
La Asociación Ambiente y Sociedad, próxima a cumplir doce años, ha enfocado su trabajo en la participación ambiental y ha sumado esfuerzos sobre la justicia ambiental, la biodiversidad, la gobernanza territorial y las alternativas al desarrollo, todo de cara a una pedagogía e incidencia que vincule a las comunidades con los grandes procesos ambientales que se deciden a veces por fuera de sus intereses.
Margarita Flórez, fundadora de las Asociación, habla sobre esa relación entre la defensa ambiental y la biodiversidad, en un contexto problemático pero también ad portas de un evento que pone sobre la mesa el debate del cuidado del territorio.
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Como sociedad civil aliada con otras organizaciones, habrá un día de la COP16 dedicado a los defensores ambientales, ¿cómo está el panorama de cara al evento?
“Además de seguir ampliando la repercusión del Acuerdo de Escazú y todo lo que se adelanta en ese sentido, creo que hay que entrar a una campaña de reconocimiento de las acciones de la defensa ambiental como un arma preventiva, es decir, que se sepa qué es lo que se hace, para qué; si alguien quiere atentar contra los defensores, que sepa qué es lo que realmente se está haciendo. Porque lo que se vende en algunos sectores es que los líderes ambientales son ‘esos que se oponen a todo, se oponen a la mina’, y no es así; hay que enfocar el esfuerzo en mostrar a qué se dedican en la práctica real, cotidiana.
Sobre el panorama de cara a la COP16 con este tema hay que entender algo: los defensores ambientales no aparecen cuando los matan, los defensores ambientales aparecieron hace mucho tiempo; existen antes, en sus labores. Si no hay una mirada a eso es muy difícil entender de una forma global lo que supone este trabajo, y a la larga es una cadena que repercute directamente en la pérdida de biodiversidad”.
¿Cree que mucha de esa violencia viene de una idea alimentada del prejuicio de ser “enemigos del desarrollo”?
“La cuestión de llamarnos enemigos del desarrollo es repetida y ya hay muchas pruebas de que eso no es así. Desde que salieron instrumentos internacionales siempre se dijo ‘estos señores no quieren el desarrollo, nos vamos a volver pobres porque no dejan hacer nada’. Y luego de unos años, cuando a las nuevas generaciones les tocó este discurso del cambio climático, verlo, y sentirlo, ahí es cuando se vuelve agenda de los movimientos sociales. Más o menos desde los años setenta se viene haciendo un trabajo muy juicioso tratando de decir: ‘hay una áreas indispensables acá en Colombia, no solo para nuestra vida sino para la vida del planeta’”.
Ante toda esa estigmatización, ¿cuál es entonces el giro de ruta que debería tener la discusión de la defensa en términos de agenda?
“Desde mi punto de vista, es conveniente que nos demos cuenta de cuáles son las acciones que se están haciendo en defensa del ambiente, no todas pueden verse desde el punto de vista contestatario y de oposición sino desde el punto de vista afirmativo: las personas que se dedican al cuidado de un jardín botánico o jardín de semillas, o de un río, o educación ambiental y campañas en pro de una quebrada. Es necesario darle más espacio mediático a las acciones positivas; yo creo que esa dimensión de lo positivo, de lo que se está haciendo es importante para elevar el nivel de conocimiento de la ciudadanía y también el nivel de respeto por las acciones que hace la gente, que se vea que ese tipo de acciones no atentan contra el orden público ni contra partidos políticos ni sujetos en contienda, sino que son maneras de apropiarse del territorio y apoyar acciones de conservación”.
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¿Por qué es clave seguir hablando de los actores que defienden el medioambiente en relación con la protección de la biodiversidad?
“Con la biodiversidad hay una cosa importante, y es que no hay un punto A y ya, sino que el punto A está relacionado con el B, con el M, con el Z, con todo. En esa medida entonces hay una relación que cuidar, que consiste tanto en ponerle freno a acciones que van en contra de esa relación, y promover el seguimiento de esa ruta, que finalmente deriva en abastecimiento, hasta salud. Y detrás de esa relación, de esa unión de puntos, no está metida gente con intenciones oscuras, nada de eso, está metida la señora de la casa de al lado de la quebrada, el muchacho, el profesor, la abuela.
Biodiversidad también es entender que se trata de una cadena de conexiones naturales y humanas, hay personas habitando el territorio, cuidándolo. En esa medida la relación de la defensa y la biodiversidad, en un contexto próximo al evento de la COP16 es una discusión fundamental que tiene capas de complejidad pero que principalmente nace de una intención valiente de cuidar, y eso es lo que debemos ver”.
¿Qué tipo de acciones podría mencionar ahora?
“Muchísimas. De todos esos trabajos salen acciones casi siempre colectivas: redes de agroecología, productos, cuidado. Hay una creciente producción de alimentos, medicinas, mieles, etc, que son orgánicos y que bajo esa denominación son una gran puerta económica que va fortaleciéndose y creciendo.
Eso es lo que hace la gente en su cotidianidad, y si en algún momento tienen que oponerse a una obra o tienen que hacer campañas frente a empresas o el mismo gobierno, lo hacen. Colombia tiene un movimiento ambiental de más o menos cuarenta años, al principio fue hecho por gente que defendía por ejemplo La laguna del Otún, y eran escuelas de conciencia sobre la laguna y su importancia para el territorio, algo muy proactivo.
Ya luego en los años noventa se dieron grandes luchas propositivas, por ejemplo un caso fantástico que es el del humedal La Conejera en Bogotá, lo que se trató fue de aislar una parte de ese magnífico humedal que tiene la misión, como otros de Bogotá y de otras partes del país, de servir de sitio de paso para los vuelos migratorios. La gente entonces se encargó de empezar una labor de cuidado del ambiente, haciendo escuela pedagógica para comunicar esa importancia, y hoy en día es uno de los humedales estrella de Bogotá.
Ese es un ejemplo de la defensa ambiental que se hace, y si ese grupo de personas no lo cercan, consiguen algunos recursos para poder cuidarlo, se agrupan, el tema de avifauna que necesita llegar ahí desde Canadá, se perdería.
Y así mismo, en todas partes del país lo que vamos a ver son acciones propositivas de varias generaciones. Y lo que hacemos desde la sociedad civil y Ambiente y Sociedad es llamar la atención de que hay grupos de gente que se encargan de promover acciones de este tipo. Es importantísimo que se conozca”.
¿Por qué es clave seguir hablando de los actores que defienden el medioambiente en relación con la protección de la biodiversidad?
“Con la biodiversidad hay una cosa importante, y es que no hay un punto A y ya, sino que el punto A está relacionado con el B, con el M, con el Z, con todo. En esa medida entonces hay una relación que cuidar, que consiste tanto en ponerle freno a acciones que van en contra de esa relación, y promover el seguimiento de esa ruta, que finalmente deriva en abastecimiento, hasta salud. Y detrás de esa relación, de esa unión de puntos, no está metida gente con intenciones oscuras, nada de eso, está metida la señora de la casa de al lado de la quebrada, el muchacho, el profesor, la abuela.
Biodiversidad también es entender que se trata de una cadena de conexiones naturales y humanas, hay personas habitando el territorio, cuidándolo. En esa medida la relación de la defensa y la biodiversidad, en un contexto próximo al evento de la COP16 es una discusión fundamental que tiene capas de complejidad pero que principalmente nace de una intención valiente de cuidar, y eso es lo que debemos ver”.
