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Mucha gente podría tener una percepción errónea sobre cómo integrar el ejercicio a su estilo de vida.
Para mucha gente en Estados Unidos, mantenerse en forma significa subirse al auto y conducir hasta el gimnasio. El movimiento es parte de una lista de tareas pendientes, aislado del resto de la vida cotidiana.
Esa mentalidad es típicamente estadounidense, según Natalia Mehlman Petrzela, profesora de Historia en la New School y autora de Fit Nation.
“Existe esta loca paradoja de que Estados Unidos es, en muchos sentidos, el centro de la industria comercial del fitness, pero también es un lugar en el que, según prácticamente todos los parámetros, la gente está extraordinariamente fuera de forma”, dijo.
Solo alrededor de una cuarta parte de los adultos estadounidenses realizan la cantidad recomendada de actividad física, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y la inactividad contribuye a 1 de cada 10 muertes prematuras.
Parte del problema, dijo Mehlman Petrzela, es la “experiencia de pagar para participar” arraigada en la cultura del fitness estadounidense. Hay un sinfín de gimnasios, clases y productos que prometen ponerte en forma, siempre y cuando pongas tu tarjeta de crédito.
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