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La inmigración como arma política en EE.UU.: cuando la agenda exterior se rinde a los intereses domésticos

Autor: ADRIAN ROMERO

Desde diciembre y hasta febrero, el ala republicana del Senado bloqueó los intentos de aprobar un nuevo paquete de ayuda económica para Ucrania, Taiwán e Israel. Como condición, exigían que Biden endureciese las medidas antiinmigración del país, incluido el desvío de parte de los fondos destinados al extranjero para reforzar la valla con México. La cuestión ha levantado asperezas entre el Gobierno federal de Texas y la Casa Blanca, pero también ha influido en la geopolítica.

Los republicanos de la Cámara de Representantes, órgano pendiente de aprobar la resolución de ayuda, han asegurado que no piensan aceptar las condiciones del paquete sin pasar antes por la frontera. Algunos demócratas también han rechazado aprobar la propuesta debido a su descontento con el papel de la administración Biden en Gaza.

En esta disputa política, que el legislativo estadounidense condicione la política exterior de EE.UU. no es una novedad. De hecho, es parte de su naturaleza constitucional.

El péndulo del poder

La relación entre el Congreso y el Ejecutivo de EE. UU. en cuestiones de política exterior que chocan con intereses domésticos siempre ha sido compleja. Según la Constitución, la Cámara de Representantes y el Senado tienen autoridad para retirar dinero del Tesoro y usarlo en transacciones extranjeras. 

Lo inusual es que el Congreso no está apoyando una iniciativa presidencial sobre un tema central de seguridad nacional

“En el sistema estadounidense, el Congreso ha actuado a menudo de forma independiente al presidente”, apunta el profesor asociado de la Escuela de Servicio Internacional de la Universidad Americana Jordan Tama. En el ámbito académico se conocen como pendulum of power (péndulo del poder), y refiere a las distintas concepciones que tiene el Congreso para ejercer su poder en la política exterior.

Sin embargo, para Tama este caso es peculiar. “El Congreso no está apoyando una iniciativa presidencial sobre un tema central de seguridad nacional y que, según Biden, es prioridad en la política exterior de Estados Unidos”.

Por norma general, y en tiempos de paz, el legislativo actúa con mayor decisión, mientras que durante un conflicto armado es más deferente. Por ejemplo, tras los ataques del 11S, tanto la Cámara de Representantes como el Senado apoyaron a Bush para derrocar a Sadam Hussein, mientras que durante la presidencia de Obama se opusieron al uso de fondos estatales para trasladar a detenidos fuera de la prisión militar de la Bahía de Guantánamo.

El equilibrio de poder entre los dos extremos que controlan la política exterior fluye con las “mareas políticas”, especialmente ahora con Biden, cuyo panorama político es el más polarizado desde la era Trump.

La naturaleza del Congreso

Aunque no existe dirigente político que considere una acción exterior sin tener en cuenta los intereses domésticos, cuando ambas políticas se entremezclan, sobreviene el conflicto. En Estados Unidos, las características de cada cámara actúan como condicionante para definir las posiciones de sus representantes en política exterior.

“En primer lugar, hay un ciclo electoral diferente en el Senado, puesto que sus representantes son elegidos cada seis años frente a los dos de los de la Cámara”, explica William Bendix, profesor asistente de Relaciones Internacionales e Inteligencia en la Universidad Estatal de Dakota. 

“Eso significa que los senadores tienen más tiempo para operar sin concentrarse en su reelección“, apunta Bendix, “mientras que los representantes de la Cámara están constantemente enfocados en las urnas”. “Por tanto, tienden a ser mucho más partidistas”, recalca.

El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Standford, James D. Fearon, indica que “la oposición en la Cámara de Representantes a ayudar a Ucrania está siendo impulsada en gran medida por un número relativamente pequeño de partidarios extremos de Trump”, que utilizan como “elementos antagónicos” los intereses nacionales e internacionales. 

Esta hipótesis también es apoyada por catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Minnesota, Larry Jacobs: “Trump es conocido por ser neoaislacionista, y por eso ha estado defendiendo retirar el apoyo de Ucrania, además de que las intensas divisiones entre demócratas y republicanos en torno a la política interior [véase la frontera] impulsa estos desacuerdos”.

Un factor que también influye en la política exterior es si el partido político del presidente controla una o ambas cámaras en el Congreso. Por lo general, durante los dos primeros años de legislatura, los mandatarios estadounidenses suelen tener mayoría política en ambos órganos, una “luna de miel” que acaba con las elecciones legislativas de medio mandato que inclina la balanza hacia la oposición. 

Los últimos comicios se realizaron el 8 de noviembre de 2022. Actualmente, Biden tiene minoría en la Cámara de los Representantes y mayoría simple en el Senado gracias a los senadores independientes que lo apoyan, lo que debilita aún más su capacidad de decisión de puertas hacia fuera. 

Polos opuestos

La polarización que imbuye a la política de Estados Unidos provoca un ahondamiento de las diferencias y una pérdida de consenso entre las políticas exteriores y domésticas. Como consecuencia, los deseos por bloquear iniciativas de la oposición se han vuelto cada vez más acuciantes.

Es indudable que ha habido republicanos involucrados en el desarrollo un proyecto de ley de seguridad fronteriza serio, pero que resulta sorprendente es que después de prepararse el paquete hubo republicanos que se opusieron

“Es indudable que ha habido republicanos involucrados en el desarrollo de un proyecto de ley de seguridad fronteriza serio, trabajando estrechamente con los demócratas y la Casa Blanca”, explica Bendix. “Pero lo que resulta sorprendente es que después de prepararse el paquete de ayuda, hubo republicanos tanto en el Senado como en la Cámara que se opusieron y argumentaron que no proporcionaba ningún tipo de mejora en la seguridad fronteriza, lo que hace pensar que hay una facción que está siendo oportunista en sus respuestas”, sentencia. 

El retroceso democrático que ejerció Trump durante su administración ha provocado una división tanto entre demócratas y republicanos. “Tenemos un partido político —se podría argumentar que ambos—, pero especialmente el republicano, que está polarizado y también fragmentado”, establece Bendix. “Eso hace que sea incapaz de actuar de manera reflexiva y coordinarse entre sus propios miembros”, explica.

La división estadounidense ha provocado que terceros Estados sean cautelosos a la hora de incrementar las relaciones con Washington. “La polarización hace que otros países pierdan la confianza en que un compromiso con Estados Unidos será mantenido por el próximo presidente o respaldada por el Congreso”, señala Tama. 

En el punto de mira

La Casa Blanca ha dado con la horma de su zapato a la hora de encontrar un límite en su capacidad de intervención exterior. Biden busca un segundo mandato y sabe que una elección en tiempos convulsos puede disminuir sus probabilidades de ganar a los republicanos.

“Donald Trump realmente no le da mucha importancia al prestigio internacional y se puede ver en la forma en que se comporta”, explica Jacobs, “pero miras a Biden y ves a un Estados Unidos comprometido en Oriente Próximo, Ucrania y Taiwán, lo que hace que su administración sea examinada más minuciosamente”.

Para Biden, cualquier paso en falso en la acción exterior puede ser suficiente para desgastar su figura en el interior. “Existe algo de verdad en eso de que, si es capaz de tener éxito con la financiación de Ucrania e Israel pero no aborda la frontera, está abierto a sufrir críticas” comenta Bendix. “Y si no consigue la ayuda para Israel y Ucrania, está igualmente sometido a acusaciones“, establece. A juicio de la Casa Blanca, el Congreso se ha vuelto un perro del hortelano verdaderamente eficiente.

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