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Joaquín Arango. Catedrático de Sociología emérito en la Universidad Complutense de Madrid y codirector del GEMI (Grupo de Estudios sobre Migraciones Internacionales).
Emilio Lamo de Espinosa. De la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, catedrático emérito de Sociología y Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política. Vicepresidente de UNIR.
L
a hiper-politización reciente que se está dando en países europeos supone una amenaza para la integración de los inmigrantes y, a la larga, para la democracia» manifestó Joaquín Arango, catedrático emérito de Sociología, en una sesión celebrada en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), dentro del ciclo Pensar el siglo XXI, que dirige y modera Emilio Lamo de Espinosa, vicepresidente de UNIR.
En los últimos decenios «las migraciones internacionales se han globalizado» indicó el profesor Arango en su exposición. Si en la década de los 60, ocho o nueve de cada diez migrantes internacionales eran europeos que iban a buscar una vida mejor en nuevos mundos; ahora la mayoría son asiáticos, latinoamericanos y africanos, de más de cien países. Esto «ha generado una super-diversidad», y está suponiendo «una de las mayores transformaciones de nuestro tiempo».
«El acomodo de la diversidad no es fácil —añadió el ponente—; y la clave para lograrlo es la integración», es decir el «proceso por el que los venidos de fuera adquieren la condición de miembros plenos y aceptados de la sociedad» (como la define Rinus R. Penninx).
El alto grado de aceptación de España
Se refirió al caso español, que en los últimos años del siglo XX pasó de ser un país generador de emigración a receptor de inmigrantes (en 2022 se convirtió en el cuarto país de la OCDE que más inmigrantes permanentes legales recibió). Entre sus luces, son destacables «una acogida más bien favorable; un alto grado de aceptación; muy baja conflictividad; y un grado de politización comparativamente bajo». Pero el cuadro es menos positivo en «materia de igualdad, lastrada, a su vez, por la estructura de la economía y porque no se favorece la inserción en el mercado de trabajo».
En el caso de Europa, Arango puso de manifiesto el contraste entre «amplios derechos» de los inmigrantes y «fuertes reticencias», a pesar de la proporción de inmigrantes norteafricanos en Francia o turcos en Alemania, por ejemplo. Sin embargo, los controles se han endurecido en los últimos años, poniendo en cuestión, la Willkommenskultur o cultura de la bienvenida de un país como Alemania. Actualmente, tienen prioridad las políticas de control de entradas y permanencias; y se intenta adelgazar el derecho de asilo, dificultar la reagrupación familiar y reducir la inmigración legal.
En el área euroatlántica —añadió el catedrático— «se ha politizado considerablemente la cuestión migratoria, y se producen tensiones entre derechos y obligaciones morales; y hacia la inmigración y el asilo». Todo ello agravado actualmente por los populismos y las xenofobias, alimentados por los partidos de derecha radical.
La situación es distinta en los llamados settler countries (países de establecimiento) de Norteamérica y Australasia, que son «herederos supervivientes del modelo clásico (próximo a la libre circulación)», donde hay máxima aceptación de la inmigración, ya que esta es históricamente «un hecho fundacional, una faceta natural del paisaje social» subrayó Arango. En EE.UU., «la green card permite la inmigración permanente desde el primer día. Y el multiculturalismo es la política oficial en Canadá y Australia».
No obstante, persisten desventajas en EE.UU., por «la difícil gestión de la frontera Sur y sus repercusiones políticas; un régimen de admisión disfuncional; y aguda polarización política».
Finalmente, en los países del Golfo y de Extremo Oriente «la exclusión del inmigrante tiene carácter estructural».
